Newton le escribió alguna vez a Robert Hooke: **»si he visto más lejos, es porque me sostuve en hombros de gigantes»**. En esa frase se captura uno de los pilares de la actividad académica: el progreso de debe a una comunidad de gente (incluso Newton tuvo que leer lo que se había hecho antes).
Es bien sabido que el éxito en la academia esta directamente relacionado con la publicación de artículos de investigación, que si son relevantes e importantes, serán citados por otros, generando **impacto** en un particular campo de investigación. La única forma de convertirse en un gigante, entonces, es que la difusión de la investigación sea lo más fácil posible.
El publicar en una revista científica de amplia distribución, digamos [Nature](http://nature.com) o [Science](http://sciencemag.org) ayuda, por supuesto, a facilitar la exposición necesaria, así como un estándar de calidad y un gran número de lectores. En cierto modo, las revistas científicas juegan un rol análogo a las disqueras y editoriales en el mundo de la música y los libros.
Sin embargo, la dinámica económica de las revistas científicas es muy extraña. A diferencia de otras formas de creatividad, el científico no recibe compensación por escribir un artículo de calidad con resultados originales. En cambio, los costos de publicación recaen en el autor, y pueden alcanzar fácilmente los miles de dólares (algunos calculan que el promedio es unos US$2000). La calidad del artículo es juzgado por otros científicos que trabajan *ad-honorem* y casi siempre anónimamente para la revista.
Las ganancias para esas publicaciones no terminan ahí, sin embargo. Suscripción a **una** revista científica puede costar desde unos $200 dolares por una suscripción personal hasta más de US$5000 por acceso institucional (digamos, una universidad).
Y he aquí el problema. Como científico, me interesa publicar en una revista de buena calidad, pero tengo poco interés que una vez publicada, el acceso a ese trabajo este restringido por una muralla que cuesta mucho dinero saltar. Ese problema no existe solo para los autores, sino a todas las instituciones académicas, que deben pagar cientos de miles de dólares para asegurar acceso a sus estudiantes e investigadores a los trabajos más recientes. El tener una biblioteca actualizada y completa, incluso para universidades con muchos recursos, se está convirtiendo cada vez más en un problema imposible de resolver (y de pagar).
A largo plazo, una posible solución es cambiar el sistema a uno en que **el autor paga y el acceso al conocimiento es libre**, lo que implica que las saludables ganancias que están recibiendo las publicaciones científicas (de parte de los autores, de los suscriptores, y en algunos casos, de publicidad en sitios webs o ediciones impresas) se reduzcan a niveles que permitan acceso universal.
Mientras tanto, hay otra solución: varias Universidades y otras instituciones han empezado a usar programas de código abierto como [DSpace](http:–www.dspace.org/) o [e-prints](http://www.eprints.org/) para establecer **repositorios insitucionales**, es decir, sitios web donde las Universidades pueden poner a disposición en forma abierta la investigación generada en la institución de forma de no violar los derechos de las revistas científicas (que son finalmente, necesarias), pero al mismo tiempo proteger el acceso libre a ese conocimiento. La Universidad de Chile, por ejemplo, tienen un repositorio en [Cybertesis.cl](http://cybertesis.cl), aunque está limitado solo a tesis, por ahora.
Esperemos que se expandan e incluyan todos los trabajos generados en la Universidad, y así ayuden a combatir la excesiva comercialización de la publicación científica que ya hemos visto en la «industria» cultural.
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